Las clases de apreciación teatral que tomé en el Centro de Enseñanza
para Extranjeros CEPE durante un mes y medio han constituido una experiencia
muy interesante que me abrió la puerta hacia el mundo fascinante del
teatro...además, me permitió acercarme a las maneras de pensar, vivir, sentir,
sufrir, de los mexicanos. Por otra parte, la posibilidad de actuar yo misma, en
las clases de taller de teatro me ayudaron más a entrar en el mundo del teatro
mexicano y de hecho a desarrollar una mejor visión personal sobre la vida de
este país.
En un tiempo corto, fui a ver varias obras de teatro, desde dramas hasta
comedias, desde las que contaban historias reales sobre la vida en México hasta
historias que nos transportaron desde la escena hasta la imaginación de cada
uno de nosotros, los espectadores. No importa la historia que se mostraba, cada
presentación teatral creaba un micro-universo, un pedazo de vida con sus
alegrías, dolores, sueños, preguntas, incertidumbres. A veces, el público se
volvía parte del juego de la actuación, como si fueran partícipes en el cuento
y no simples testigos en una historia cualquiera.
Para mi, las obras que trataron
temas actuales de la sociedad mexicana (Mujeres
en el encierro, y Vine, ví y...mejor
me fui), fueron las mas interesantes porque me acercaron más al mundo
mexicano así como se ve desde abajo; con sus desigualdades sociales, la falta
de educación y todas las injusticias que nacen en una sociedad que está
constantemente perpetuando este circulo vicioso. Las dos obras tratan con mucho
realismo temas que nos dejan una impresión muy fuerte y varias preguntas a las
cuales no encontramos respuesta. ¿Qué se puede hacer?, ¿Cómo podemos cambiar
las cosas? ¿Hay alguna esperanza? ¿Nos interesa de verdad que haya tanta
injusticia y violencia en el mundo o pasamos con indiferencia porque ya nos
hemos acostumbrado y además no nos afecta de manera directa? Wilebado López
intituló con un poquito de ironía su pieza Vine,
ví y... mejor me fui… así destacando tal vez nuestra incapacidad de hacer
algo para romper el círculo de esos problemas sociales.
Por ejemplo, en Mujeres en el
encierro, la autora y directora mexicana Maria Morett nos introduce en el
mundo muy escabroso de las cárceles, de las mujeres tras las rejas. Aunque la
pieza abunda en escenas de un crudo realismo, hay muchas imágenes oníricas y lúdicas, que dan un respiro a la violencia
presente a lo largo del montaje. Hay una mezcla constante entre sueños y
realidad y un contraste evidente entre la belleza femenina y el mundo duro de
las cárceles. Este contraste aparece desde la primera escena de la obra: cuando
el telón se abre, vemos cinco cuerpos bonitos de mujeres casi desnudas en un
pasaje alegórico que recuerda la mitología: a un lado encontramos a Cronos que
esta devorando a sus hijos. Por detrás de reja se asoma la luna, un símbolo
exclusivamente femenino, rodeada por cadenas.
Para algunas
de las mujeres, a veces la cárcel puede ser un lugar mucho más tranquilo y
amable que el exterior.
De modo paradójico, el verdadero encierro es el mundo
de afuera que incluye prostitución, narcotráfico, corrupción, tortura,
destrucción y evasión. Cada mujer con su propio drama. La sociedad las ha
transformado en victimas. Otras no pueden olvidar los fantasmas del pasado,
como la perdida del bebé por el consumo de drogas, la dependencia a las
sustancias prohibidas, o la vida llena de pobreza y miseria que llevaban antes.
El drama más
fuerte de estas mujeres, independientemente del hecho de estar encarceladas, es
que no pudieron cumplir afuera con su condición de mujer: como madre, hermana,
esposa o novia. Por ejemplo, la mujer que practicaba la prostitución, tenía una
hija que apenas había conocido, quien también, encaminada por el padre, empezó muy joven a practicar la
“profesión” de su madre. Otra mujer es traicionada por su propio novio, un
narcotraficante que le hecha la culpa para que él pueda escapar.
Por otra parte, el amor que nunca tuvieron de verdad
afuera, se hace realidad en la prisión: aunque se trata de un amor entre dos
mujeres encarceladas que al fin se casan en una ceremonia improvisada en la
cárcel, parece que el amor y la amistad que sienten una por otra es más sincero
de lo que ellas habían tenido antes. El mundo de afuera es terrible y la
prisión nos aparece aquí como un laberinto en donde las mujeres intentan buscar
su identidad, suenan y se preguntan sobre su condición de mujeres para que al
fin, sobrevivan.
El mismo tema de
sobrevivir en una sociedad llena de desigualdades, lo encontré en la obra
mexicana Vine, vi y...mejor me fui, bajo
la dirección de Wilebado López, autor y actor en su propia obra interpretando
el papel del compadre y capo de una familia de lúmpenes. El personaje que se
mete en sus vidas es un escritor - un prototipo de la clase media, un empleado
que trabaja en una oficina y que le gusta pasar su tiempo escribiendo sobre la
vida de los desposeídos. Desde el principio, el escritor es testigo del drama
que pasa en esta familia: su ultimo hijo murió, por desnutrición y por causa de
la pobreza. Toda la acción tiene lugar durante el velorio del niño, el escritor
esta apoyando con dinero a la familia para que puedan al menos velar al hijo
muerto. La historia que nos cuenta es muy triste, pero, por el otro lado, los
personajes que nos revelan la vida de los lúmpenes (los padres del niño muerto
y una vecina chismosa) nos hacen reír por su manera muy simplista, a veces
ridícula de enfrentar la vida, como si fueran menores de edad que no se pueden
responsabilizar.
Por ejemplo, al padre de familia le gusta “chupar”,
pero no trabajar, es vendedor de tortas y se queja todo el tiempo, echando
siempre la culpa a otros: al gobierno, al patrón, a la policía, a su mujer. Su
esposa, es ama de casa, tiene otros nueve
hijos y nunca terminó la primaria. A la vecina, le gusta contar los chismes
sobre la gente de la vecindad, del barrio y aunque están en el velorio, todos
disfrutan las últimas “noticias” con mucho “antojo”. La realidad es muy fuerte
para esta gente y por eso los chismes tienen un papel muy importante en sus
vidas, porque sólo metiéndose en la vida de otros, pueden olvidar, seguir y
sobrevivir en este mundo y romper la cotidianeidad. Los personajes están muy bien delineados, y pasan por diferentes
estados: alegría (disfrutando el mal de los otros), enojo, desesperación (de
repente, los padres recuerdan que están en el velorio de su hijo y se ponen a
llorar), fanatismo religioso. El nivel de energía que los actores utilizan es
muy alto, que se hace evidente por sus movimientos amplios y gestos exagerados.
En fin, la obra resulta ser una crítica muy realista a
la vida de los lúmpenes en México, pero en un registro cómico-irónico, en un
tono fársico o paródico. Los lúmpenes aparecen así como son, gente ignorante
cuyo nivel escolar es mínimo y que no les interesa la educación. Aunque el
escritor, intente cambiarlos y educarlos, se topa con su ignorancia (“vaya usted a estudiar”, “no hay dinero”,
“para que quieres que estudie”, “con la iglesia y con lo que nos dice Jesús, es
suficiente”). Parece que el escritor es incapaz de hacer algo, así que prefiere
quedarse como un simple testigo: “vine, ví y... mejor me fui”.
Desafortunadamente, los problemas sociales que tocaron
las dos obras mexicanas de teatro todavía son evidentes en la realidad de la
sociedad: la pobreza, la marginación, el alcoholismo, el narcotráfico, pero
además la incapacidad de los otros de cambiar las cosas.
Por otro lado, me alegró haber podido ver la ultima
presentación de Vine, ví y... mejor me
fui, (y eso, por simple casualidad) después de 30 años de presentaciones. Mujeres en el encierro es igualmente una
obra que merece ser vista, aunque es
fuerte en sus mensajes e imágenes.
Ah, y otra cosa más: vayan al teatro.
* Estudiante
rumana, Español 4
CEPE-UNAM, México, D.F.
Escribe al autor: María Dora Bucur