Niños
y jóvenes de la calle en México
por Barbara Cuk*
En
un mundo de economía de competencia, un niño de la calle no vale nada. La gente
no quiere acercarse a él porque está sucio y normalmente drogado. Si él se
acerca le dan alguna moneda para que se vaya rápido y no los moleste con su
presencia.
La
realidad es que muchas personas no saben como portarse ante el dolor del otro.
A un niño no se le puede decir: “vaya, no es tan grave…” ¡porque la situación
es grave!
En
México hay más de 16 mil niños y jóvenes en la calle. Enorme ciudad, enormes
problemas, enorme injusticia y enorme dolor.
La
casa donde conocí toda esta realidad se llama: “Hogar Franciscano - Eres mi
hermano”. A mí me gustó mucho porque se recibe y trabaja con los niños y
jóvenes en el espíritu de familia.
Una
cosa es saber del problema de lejos; otra, es empezar a conocer la
realidad de cerca. Una es hablar de “los
niños”, otra es hablar de Juan, Rocío José, Belén, Isidro, Ulises…
¿Cuál
es su realidad? Sus mamás muchas veces son prostitutas, los padres están
encarcelados, alguno de sus hermanos que tienen SIDA y ellos huyeron de la violencia
en su propia familia. Muchas veces no fueron a la escuela por falta de dinero.
Su
experiencia de vida es muy dura y esto los hace desconfiados y agresivos. La
muerte es una parte de su vida… con su estilo de vida siempre sucede que uno de
ellos se muere. Si uno se muere, la policía no quiere ensuciarse las manos,
porque no vale la pena. Nadie va a extrañarlo y no quieren llamar a la
ambulancia porque sólo va a ensuciar el coche.
Muchas
veces juzgamos a los otros según su apariencia. Si tienen un vestido bonito,
cómo está peinado, qué color de piel tiene… ¿pero cuantas veces podemos sentir
el corazón que existe atrás de todo esto?
Un
niño sucio y drogado atrás de todo esto esconde un corazón herido que busca
compresión y amor.
A
mí me impresionó mucho una niña de tres años que vive con su mamá, quien tiene
19 años, en la calle. Y las dos están enfermas de SIDA. Y esta niña le preguntó
a otra niña de 8 años. “¿Y tú, tienes papá y mamá?” La situación les hace
reflexionar muy rápido. Un niño que vive en una familia nunca se pregunta si
otros tienen papás y mamás porque le parece muy normal que todos los tengan.
El
primer contacto es siempre desconfianza de parte de ellos; después del
sufrimiento que vivieron, no confían rápido. Cuando llegué a la casa y me
encontré con ellos, un niño me dijo: “¡No me mires! Bueno, está bien…” Con el
tiempo nos conocimos y creció la confianza entre nosotros. Después de algunos
días me despedí de él, cuando me fui y le di mi mano, este mismo niño me dijo:
“Pues dame un beso de despedida.”
Claro
que no puede haber cambios enormes en una semana, ni en un mes, pero sí con el
tiempo.
Estos
niños y jóvenes captan si los quieres en verdad o eres sólo amable con ellos.
Son capaces de hacer muchas travesuras y después miran si en verdad los quieres
así como son. Trabajar con ellos es siempre un reto. Nunca sabes qué te va suceder…
A
mí me mostraron cuánta paciencia tengo y hasta dónde son mis límites. Mi
experiencia me enseñó que vale la pena tener mucha paciencia haciendo pasos
chiquitos con ellos.
En
la casa “eres mi hermano” con un joven de la calle
* Estudiante
eslovena, Español 4
CEPE-UNAM, México, D.F.
Escribe a la autora: Barbara Cuk, lunca_b@yahoo.com