Encuentro al mediodía
por Eric
Martínez*
Cuando
el sol había alcanzado su zenit
y yo
caminaba con la mirada fija en el desorden
de mi
propia vida
cuando
la ciudad parecía abandonada
y la
luminosidad resplandecía en todo su exceso de verano
los
edificios parecían flotar en una inmovilidad muda
las
ruedas de los automóviles eran discos sin movimiento
cuando
todos los relojes de la ciudad se habían detenido
marcando
esa hora solemne
cuando
el contraste entre luz y sombra había llegado a su máximo
y la
geometría de las calles se revelaba recta y precisa
los
ángulos marcaban con exactitud los límites.
Fue
entonces cuando en medio de la luz radiante,
al
tiempo que escuché como un chirrido lejano de trenes,
se
apareció la figura de una joven vestida en largas vestimentas,
pálida,
como una aparición venida de otro mundo
un mundo
paralelo al nuestro, hecho de ensueños
hecho de
todos los personajes que pueblan nuestra mente
y su
mirada estaba dirigida directamente a mí.
Por un
instante me sentí petrificado,
por un
instante sentí el tumulto en mi corazón
pero
luego me invadió una súbita calma.
Había
por las calles de esa ciudad irreconocible
transeúntes
taciturnos caminando con parsimonia en los gestos.
Alguien
dejó caer una moneda que rodó hasta una boca de alcantarilla
donde
tintineó suavemente.
Como una
fugaz aparición o un espejismo de un tiempo futuro
Se
extinguió la figura de la joven
el
desplazamiento de los vehículos y los acontecimientos
parecieron
retomar velocidad,
el
murmullo total de la ciudad creció en una ola que me arrastró
de nuevo
en una especie de torbellino.
Pensaba
no obstante en el misterio de la luz
y
buscaría nuevamente el encuentro de esa mirada silenciosa