Dos personajes importantes en el Movimiento Chicano
y la lucha por los derechos latinos en Estados Unidos
Christine Taschereau*
El Movimiento Chicano, o El Movimiento, fue un movimiento político y social de los años 1960 y 1970 en Estados Unidos. El Movimiento evolucionó a partir del movimiento de contracultura anterior llamado Pachuco de la década 1930, que intentó crear una cultura latina distinta de la de Estados Unidos mediante el uso de un argot (caló o caliche), el estilo de vestimenta (zoot suits) y la música (jazz y swing). El movimiento chicano de la década de 1960 ha sido una parte a menudo ignorada de las luchas estadounidenses por los derechos civiles. Pero fue un periodo histórico para la comunidad étnica no blanca más grande de Estados Unidos. El objetivo principal del movimiento era aliviar la opresión que las instituciones estadounidenses infligieron a los chicanos y crear una identidad de dignidad para las personas de ascendencia mexicana. El movimiento cambió el uso de la palabra chicano o chicana de un uso despectivo a uno de autonomía política, solidaridad étnica y cultural y orgullo sin asimilación a la principal cultura angloestadounidense.
Una de las injusticias en las que se centró el Movimiento fueron los derechos de los trabajadores agrícolas. Es interesante notar que los latinos constituyen el cincuenta por ciento de los trabajadores contratados en esa industria, pero no formaban parte de la gerencia. Dos personas que influyeron en este movimiento obrero fueron César Chávez y Dolores Huerta. Juntos trabajaron y crearon la Asociación Nacional de Trabajadores Agrícolas, que se fusionó con el Comité Organizador de Trabajadores Agrícolas y se convirtió en el sindicato de Trabajadores Agrícolas, ahora el más grande de los Estados Unidos. Este sindicato ayudó no solo a los chicanos, sino también a todos los trabajadores agrícolas.
César Estrada Chávez nació el 31 de marzo del 1927 en Yuma Arizona, en una familia de inmigrantes mexicanos. Sus abuelos Chávez emigraron a fines de la década de 1890 con otros mexicanos que buscaban trabajo en las industrias minera y agrícola del suroeste de Estados Unidos. En ese momento, la política de inmigración de este país era mutuamente beneficiosa para los empleadores y los mexicanos por igual, ya que respondía a las necesidades de los trabajadores para las industrias de bajos salarios y, al parecer, brindaba un futuro mejor o más seguro a esos trabajadores.
En 1906 el abuelo de César, por su persistencia, pudo comprar el rancho donde César creció con otros miembros de una gran familia latina tradicional. No eran ricos, pero la familia vivía cómodamente, iban bien vestidos y nunca pasaban hambre; después de la muerte de sus abuelos y debido a los impactos de la depresión, la familia perdió el rancho en 1937. La vida de César cambió mucho. Durante el resto de su vida, esta pérdida influyó en él y en lo que creía que eran las injusticias infligidas por los bancos y las instituciones contra su familia, los latinos y los pobres en general. La familia se mudó a California y allí César tuvo que trabajar para ayudar a la familia. Dejó la escuela cuando tenía 16 años para trabajar en el campo de tiempo completo. Fue en ese momento cuando César experimentó por primera vez las injusticias de las largas jornadas, el trabajo duro y los gerentes corruptos que deducían rentas altas de los salarios extremadamente bajos que ganaban los trabajadores agrícolas. Después de su servicio militar, durante la Segunda Guerra Mundial, se casó y comenzó una familia, se afilió por primera vez a un sindicato agrícola y empezó la lucha para conseguir mejores salarios, condiciones de trabajo y justicia social para los trabadores agrícolas.
Dolores Clara Fernández nació el 10 de abril de 1930 en Dawson, Nuevo México. Cuando tenía tres años, sus padres, inmigrantes mexicanos, se divorciaron. Creció en Stockton, California, bajo la influencia de una madre fuerte que era una mujer de negocios, pero también muy compasiva con los trabajadores con salarios bajos y las familias de trabajadores agrícolas, tanto que les proporcionaban alojamiento a precios más razonables. Dolores tuvo la oportunidad de ir a la universidad, estuvo poco tiempo casada y se convirtió en madre y maestra.
Tras divorciarse de su segundo marido y como madre de cinco hijos, se involucró en la lucha por la justicia social. Como maestra, vio a muchos niños de familias pobres hambrientos. Los padres no tenían derechos, sus condiciones laborales eran pésimas y sus jornadas laborales iban desde el amanecer hasta el anochecer sin descanso. Las deplorables condiciones de vida, sin agua ni saneamiento, proporcionadas por la patronal, incrementaron la dedicación de Dolores al movimiento laboral. Además, estaba motivada por el hecho de que muchas mujeres fueron agredidas sexualmente por terratenientes, pero tenían miedo de hablar porque necesitaban el trabajo para alimentar a sus familias.
A partir de 1955 César Chávez, como portavoz y rostro público de la causa, y Dolores Fernández, ahora conocida como Dolores Huerta, como su mano derecha y organizadora, iniciaron una lucha incansable, inspirada por Mahatma Gandhi, de resistencia pasiva. A través de marchas organizadas, actividades comunitarias, boicots, huelgas y resistencia no violenta en diferentes pueblos y sectores de la industria agrícola, juntos aseguraron un salario digno y condiciones de trabajo humanas para los trabajadores agrícolas, ya fueran latinos o de otros grupos étnicos.
Después del éxito de las luchas a fines de la década de 1960, Chávez continuó implicándose en otros temas que afectaban la vida de los trabajadores, como los problemas de salud derivados del uso de pesticidas y la necesidad de garantizar beneficios de salud para los trabajadores. Continuó haciendo discursos públicos hasta su muerte en 1993, a los 66 años, por causas naturales.
Dolores Huerta siempre incorporó la lucha feminista en su lucha por los derechos de los trabajadores agrícolas. Después de una severa paliza a manos de la policía de San Francisco en 1988, se centró exclusivamente en cuestiones feministas, incluida la campaña denominada “Feminización del poder: 50/50 para el 2000” que animó a las latinas a postularse para cargos públicos. En 2014 organizó la exitosa campaña contra la Enmienda 67 en Colorado que intentó limitar el acceso a la anticoncepción, los servicios de planificación familiar y el aborto. A los 91 de edad continúa su lucha por la igualdad de todos.
*Estudiante del Programa Integral de Español y Cultura, del Módulo 3, nivel Básico.
UNAM-Canadá
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