Las numerosas facetas del mexicano
Dora Bucur*
Uno de los temas predilectos de los escritores mexicanos contemporáneos es la mexicanidad; consecuentemente, hay muchos autores (entre los cuales están Carlos Fuentes, Octavio Paz, Rodolfo Usigli, Carlos Monsiváis, por nombrar sólo una mínima parte) que intentan solucionar el “misterio mexicano” e identificar los diferentes tipos de personajes característicos de la sociedad mexicana.
El análisis del mexicano se hace en el contexto de una interpretación histórica del pasado de México, en general comenzando con la Conquista, el momento cero que empezó a marcar las grandes diferencias entre los habitantes de la Colonia. La estructura de la sociedad virreinal era muy rígida y jeraquizada. El orden en la pirámide social dependía únicamente de los criterios raciales, o sea, en la cima de la pirámide se encontraban los vencedores españoles y los criollos, mientras la gran masa de indios y los mestizos se encontraban en la base de la misma pirámide. Según Rodolfo Usigli, esta estratificación social tan rígida dio luz a las máscaras de los mexicanos, máscaras que se entienden como un mecanismo de defensa oculto con el fin de esconder sendas frustraciones. Los vencidos tuvieron que disimular sus angustias frente a los conquistadores, que asumieron de inmediato el papel de patrones. Por consiguiente, los vencidos empezaron a utilizar diferentes subterfugios para disimular sus sentimientos de inferioridad con el fin de burlarse de sus amos y, en consecuencia, vengarse de ellos. En el Tiempo Mexicano,Carlos Fuentes piensa que el albur, el doble sentido de las palabras o de las frases, es precisamente un mecanismo del idioma que los conquistados (los indígenas) utilizaron como una revancha para sabotear al vencedor. Lo más importante es que en este proceso, los vencidos crearon un lenguaje secreto, entendido sólo por ellos. El proceso no ha terminado todavía; este tipo de lenguaje que abunda en modismos y picardías es parte de la cultura popular o heterodoxa y se origina en los tiempos de la Conquista.
Por otro lado, detrás de la máscara inmóvil y culta del criollo, de una reserva controlada, se encuentra el credo de tener una misión civilizadora y religiosa al mismo tiempo. Ellos son los creadores de la cultura oficial, que es identificada por Carlos Fuentes como la cultura de la clase dominante, la cual se contrapone a la cultura popular. Como nos dice Guillermo Bonfil en México profundo, a su llegada al Nuevo Mundo, los extranjeros trajerona América la Utopía, los proyectos humanistas de la civilización occidental, pero se negaron a aceptar cualquier manifestación de la civilización mesoamericana, de modo que se creó el contexto perfecto para el enfrentamiento entre los contendientes, que son los grupos sociales que portan, usan y desarrollan esos elementos culturales, enfrentamiento que de alguna forma sigue hasta hoy en día.
En el curso del tiempo, los protagonistas de este enfrentamiento cambiaron sus rasgos según la época, pero no su esencia. Por ejemplo, al final del siglo XIX, los catrines eran la gente moderna, letrada, que tenía acceso a los mejores clubes y llevaban una vida llena de lujos. En el lado opuesto de los catrines encontramos a los pelados, anónimos, identificados como rateros, léperos, borrachos, pícaros. Aislado y sin conciencia de sí mismo, al pelado le falta la visibilidad social, no tiene ni las conexiones ni los recursos para destacarse en la vida; lo que le queda es relajarse y burlarse de los demás y de sí mismo. Los pelados evolucionaron recientemente a lo que hoy llamamos nacos (el origen de la palabra, totonaco, es una muestra más del racismo y de la imposibilidad de reconciliar a los grupos sociales antagónicos). Representa la parte fea de la sociedad, lo que agrede el oído y el sentido estético de los demás; aún más, al naco no le interesa estudiar, pero es muy llamativo. Bajo el nombre de caifanes, encontramos a los nacos de los años 1960, que se burlan y parodian la cultura oficial hasta lo grotesco. Al contrario del pelado, que tenía un cáracter más anónimo, el naco de nuestros días sabe utilizar la teconología moderna; además, no es sólo un término para determinar a los léperos, o sea, a los que no tienen recursos materiales. Hoy en día, el naco puede tener dinero, pero su falta de educación o su conducta por lo general lo traicionan. Muchos refranes en México divulgan este tipo de conducta: en la forma de comer el taco, se conoce al naco olente oscuro en cuarto oscuro, naco seguro.
Los catrines también evolucionaron a otros niveles: son los yupis, los jóvenes profesionales de las grandes ciudades, con títulos universitarios, seguros y con mucha conciencia de sí mismos. Los encontramos también como metrosexuales, los jóvenes varones de clase media alta, con dinero para gastar, que viven en las metrópolis, donde están las mejores tiendas, clubs, gyms y las mejores peluquerías. Puede ser homosexual, heterosexual o bisexual. El tipo se "gusta" a sí mismo y lo importante es que no tiene miedo en hacerlo saber[1]. También es un profesional, independiente, y no tiene miedo de entrar en contacto con su lado femenino. Antes de independizarse con un negocio o una profesión, los metrosexuales o yupis pueden aparecer como adolescentes fresas, jóvenes que tienen todas las ventajas de su medio social.
Las diferencias de clase social en México han evolucionado desde los tiempos de la Conquista, los protagonistas del enfrentamiento social son más complejos y tienen más facetas que antes, pero la discriminación y el rechazo y la falta de tolerancia entre los actores sociales de clases distintas siguen siendo una característica de la sociedad contemporánea mexicana.
* Estudiante rumana del curso de Literatura Mexicana Contemporánea
CEPE-UNAM, México, D.F.