El vestido
Cristina Furtado Matos*
Las pequeñas piedras de granizo cayeron temprano en la noche con puntualidad y firmeza. De todos los espectáculos naturales disponibles en el mundo, desde esa ventana, este era el que más le gustaba. En la ausencia de concentración, el ejercicio de la contemplación. Agua y hielo para calentar ese día de recuerdos dispersos...
El vestido que su abuela cosió cuando era joven. De color blanco, sirvió a muchas mujeres de su familia. Tallado en el cuerpo de su abuela pasó de generación en generación. Su abuela, dijo su madre, tenía gusto por la costura, paciencia para los detalles y amor a un hombre prohibido. Hizo el vestido para distraerse, hacerse bella y amar. Ese amor no vino, pero vino otro. Su abuelo nunca había sido el hombre de ese vestido, así como él (el vestido) ya no era el de su abuela. Hace unos años, su madre le contó esta historia mientras le daba ese regalo, muy probablemente como lo había hecho su abuela.
Cuando conoció a su propio amor prohibido, llevaba ese vestido. El hombre alabó la obra, ella le contó sobre su abuela, él sobre su abuelo; tomaron café e intercambiaron puntos de vista sobre el paso del tiempo y los amores imposibles. Felices fueron un par de años en los que fue testigo el vestido. La prohibición, sin embargo, ganó fácilmente el partido con la aventura. Cuando se perdió el juego, recordó con complicidad a su abuela, quien, después de todo, había comenzado la historia de los vestidos y las prohibiciones.
El vestido se convirtió en un recuerdo tejido de una historia que casi sería, pero nunca fue. Tenía un corte perfecto y nunca perdió la apariencia de nuevo; era el recuerdo de la abuela, pero también el recuerdo amargo de esa imposibilidad terminada. Por primera vez pensó en ofrecer al mundo el trabajo de la costurera de la familia. Quién sabe: ¿tal vez dibujaría otro cuerpo?, ¿no alimentaría otra historia, esta vez posible?
Pasaron unos días y decidió hacer que el vestido bailara otros bailes, caminara por otras calles, conociera a otras personas, viviera otras alegrías. Lo dobló cuidadosamente y lo dejó en un bazar de donaciones.
Estaba pensando en todo esto cuando la lluvia paró y las piedras de hielo dejaron de caer.
El teléfono sonó casi al mismo tiempo, era su madre: "Enciende el televisor ahora en el canal 2". Lo encendió y vio una escena tan sorprendente que parecía sacada de una película. Su vestido, el vestido de su abuela, bailaba sobre el cuerpo de un hombre que parecía estar divirtiéndose. Otros bailaban con él en la pista de baile improvisada de una calle casi desierta, en la nueva normalidad de los tiempos de confinamiento. De giro en giro crearon su coreografía y se rieron mucho, muchísimo... El periodista dijo que un grupo de barrenderos había encontrado un vestido de novia en la basura y decidió bailar con él. Los vecinos vieron la escena y la filmaron, divirtiéndose a distancia con esa mascarada improvisada. Ella se rió con ellos. El vestido que nunca se había casado con nadie ahora hacía feliz a una ciudad.
Fuente de imagen: https://pixabay.com/vectors/wedding-dress-black-white-dress-297509/
*Estudiante de Brasil de Español 8
CEPE-Ciudad Universitaria, UNAM, CDMX, México
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