La legalización de las drogas
Charles Bélanger
Drogas o no drogas.
Cada vez que pensamos en el problema de la legalización de las drogas, encontramos la eterna disputa entre los que piden su legalización y los que se oponen a ella.
Es cierto que la lucha contra las drogas es de escala internacional, y que las medidas preventivas de los gobiernos han sido incapaces de contener el fenómeno.
Por un lado, el crecimiento de la disponibilidad de las drogas ha echado raíces en pocos factores, pero muy poderosos.
El primero de ellos es que los acuerdos de libre de comercio entre países hacen más fácil que pasen las fronteras los productos y las personas.
En consecuencia, y como segundo factor clave, el trafico de las drogas representa la economía subterránea de los países pobres, donde la gente que tiene que alimentar a su familia se ve sometida al terror por los traficantes ilegales.
Se dice que ese comercio es fomentado por ciertos políticos que reciben sobornos de los carteles organizados.
La otra cara es que hay una oferta para responder a una demanda. La pregunta clave es: ¿Por qué hay una demanda tan alta? Para ir directo al grano, considero que la desintegración de la familia como unidad básica y moral es responsable.
El número de niños que llega a la juventud sin dos padres o sin padres aumenta cada vez más.
Además, son muchos los padres o familias que no ofrecen a sus hijos los principios duraderos de la vida, tales como el respeto a los demás, a la propiedad privada y pública, la honestidad y otros.
Hoy en día un mayor número de madres trabajan, y en no pocas ocasiones no hay nadie en casa cuando los niños regresan de la escuela, así que los jóvenes no tienen ninguna dirección.
Sin lugar a dudas, la solución es muy compleja; a pesar de eso, quisiera ofrecer algunas ideas.
Primero, estoy a favor de la despenalización de las drogas blandas por lo menos. Ello serviría para eliminar muchos delitos de tipo penal que se cometen por su causa diariamente y que los gobiernos toleran con hipocresía por aprovechar los ingresos que generan, como es el caso del consumo de alcohol y tabaco.
La legalización de las drogas blancas impediría a quienes quisieran fumar un «porro» no sólo comprar drogas mas impuras y ricas a través de redes ilegales, sino adquirir una nueva droga llamada diseño, por ejemplo, que es muy barata y peligrosa y que los jóvenes tienen tendencia a conseguir en la calle mediante redes organizadas de «porreros» o «camellos».
En tercer lugar, si las leyes sobre las drogas blancas se distendieran, muchos grupos ilegales desaparecerían, dado que los consumidores ocasionales estarían satisfechos.
Dicho sea de paso que la legalización de las drogas blandas debería acompañarse con una campaña de sensibilización seria acerca de los efectos nocivos del consumo de cualquier droga.
Recordemos que lo esencial es ganar la contienda a las drogas, no llenar las cárceles de grupos étnicos o raciales que no pertenecen a la mayoría blanca y por lo tanto, tienen a menudo una situación económica frágil.