La Revolución Mexicana
Paul Renaud
La dictadura de Díaz
Con excepción del periodo que va de 1880 a 1884, cuando el poder nominal estuvo en poder de uno de sus asistentes, Díaz gobernó México hasta 1911.
Las plantas industriales, la red del ferrocarril, las obras públicas, el mejoramiento de los puertos y los edificios públicos eran parte del programa de Díaz. Muchos de los compromisos nuevos fueron financiados y administrados por extranjeros. Esto llegó a ser un factor importante en el descontento de la mayoría de los mexicanos bajo el gobierno autocrático de Díaz.
Además, Díaz favoreció a los propietarios ricos de grandes haciendas, que veían aumentar sus propiedades al asignarse tierras comunales que pertenecían a los indígenas de México. Compraban la tierra junto con los trabajadores endeudados.
El dictador prestó escasa atención a la educación de la gente y favoreció a la Iglesia, desatendiendo la política de secularización de 1859. El descontento y un espíritu de revuelta aumentó en todo México.
Consciente de este descontento, en 1908 Díaz anunció que aceptaría a un candidato de la oposición para las elecciones de 1910, a fin de probar su deseo de democracia. El candidato principal del grupo liberal era Francisco Indalescio Madero. La influencia de Madero creció y, aunque fue encarcelado por un tiempo con algún pretexto por Díaz, el líder liberal estaba cada vez más activo.
Cuando Díaz se reelegió en 1910, Madero surgió como líder de una revolución popular y preparó un plan de reformas. Se obligó a Díaz a renunciar en 1911 y poco después éste abandonó México para siempre.
En el Plan de San Luis Potosí del 5 de octubre de 1910, Madero protestó contra las elecciones fraudulentas convocando al pueblo a levantarse en armas para arrojar del poder al Gral. Díaz y establecer la democracia.
Madero fue elegido presidente en 1911, pero continuó la disensión política y militar en el país. Los otros líderes rebeldes, particularmente Emiliano Zapata y Francisco (Pancho) Villa, rehusaron someterse a la autoridad presidencial.
Victoriano Huerta, cabeza del ejército de Madero, se alió con los líderes rebeldes y en 1913 tomó la Ciudad de México. Huerta se proclamó presidente y cuatro días después de tomar el poder, ordenó el asesinato de Madero. Comenzaron nuevas revueltas armadas, bajo Zapata, Villa y Venustiano Carranza.
Huerta renunció al poder en 1914. Carranza tomó el poder en el mismo año, y Villa declaró la guerra de inmediato contra él. A las rivalidades de los líderes militares, se agregó la intervención de gobiernos extranjeros que buscaban proteger los intereses de sus nacionales. En agosto de 1915, una comisión que representaba a ocho países latinoamericanos y a los Estados Unidos reconoció a Carranza como la autoridad lícita en México. Los líderes rebeldes, con excepción de Villa, dejaron los armas.
Una nueva constitución, promulgada en 1917, prohibía a un presidente reelegirse durante periodos consecutivos, expropiaba los bienes de las órdenes religiosas y restauraba tierras comunales a los indígenas. Muchas medidas relacionadas con el trabajo y el bienestar social eran de vanguardia y, para esa época, radicales. Algunas de las más drásticas estaban destinadas a limitar la propiedad extranjera de las tierras y las propiedades con minerales.
Carranza fue electo presidente en 1917, pero la turbulencia continuó. Aunque él no impuso muchas de las leyes constitucionales, al declarar que el petróleo era un recurso nacional inajenable e imponer un impuesto sobre las tierras con petróleo y sobre los contratos de petróleo firmados antes del primero de mayo de 1917, puso en su contra a las compañías extranjeras de petróleo.
En 1920 tres de los generales principales, Plutarco Elías Calles, Álvaro Obregon y Adolfo de la Huerta, se sublevaron contra Carranza, quien murió en el conflicto que resultó. Obregón se proclamó presidente en 1920.
Cuando Obregón consintió en arbitrar los reclamos de las compañías de petróleo estadunidenses, fue reconocido como presidente por los Estados Unidos en 1923. Más tarde, ese mismo año, los Estados Unidos apoyaron el régimen de Obregón durante una revuelta que fracasó, encabezada de la Huerta.
En 1924, Calles fue elegido presidente y comenzó a realizar reformas constitucionales, principalmente agrarias. Rehabilitó asimismo las finanzas mexicanas, instituyó un programa educativo y logró zanjar las disputas con las compañías extranjeras de petróleo. Al efectuar reformas religiosas, sin embargo, Calles provocó una oposición considerable. La iglesia se negó a reconocer las leyes de secularización, y las relaciones entre la Iglesia y el Estado llegaron a deteriorarse seriamente.
Obregón se reeligió presidente en 1928, pero fue asesinado varios meses después. La presidencia provisional fue otorgada por el Congreso a Emilio Portes Gil. La influencia de Calles, sin embargo, continuó siendo muy fuerte. Abelardo L. Rodríguez, socio de negocios de Calles, llegó a ser presidente provisional en 1932. Ese mismo año el partido Revolucionario Nacional (PNR), el partido oficial de gobierno, proyectó un programa de seis años que incluía un código de trabajo, obras públicas, distribución de tierra, así como la incautación de tierras donde hubiera petróleo que estuvieran en manos extranjeras.
En resumen, la Revolución Mexicana fue el resultado de la dictadura de Díaz y de que Madero sufriera presiones de los dirigentes rebeldes y no tuviera tiempo para poner en práctica el Plan de San Luis Potosí cuando tuvo el poder, especialmente donde especificaba que devolvería las tierras al pueblo.