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Juana Inés de la Cruz: apuntes para la biografía de una disidencia

Cristina Simón*

Sor Juana Inés de la Cruz es uno de esos personajes enigmáticos y seductores que, en las últimas décadas ha provocado la aparición de innumerables y variopintos estudios y opiniones sobre su vida y su obra los que, por sí solos, nos hablan de la tremenda versatilidad, humana y creadora, de la llamada "décima musa".

Ante este complejo panorama, las siguientes líneas no pretenden sino animar al amable lector a que, por su cuenta y bajo su personal perspectiva, se sumerja en una de las obras barrocas más apasionantes del siglo XVII novohispano.

Para ello, elegí uno de sus sonetos[1], catalogado por su primer comentador global- Don Alfonso Méndez Plancarte- como perteneciente a sus composiciones líricas personales y, dentro de éstas, clasificado por su tema como filosófico-moral. Es un hondo poema que trata de una de las reflexiones – pretéritas y actuales– más recurrentes en prácticamente todas las culturas del mundo: El inexorable paso del tiempo con la correspondiente fugacidad de la belleza y la lozanía.

Sor Juana escribe este soneto inspirada en otro del mismo tema de Don Luis de Góngora[2] que también aparecerá líneas abajo para que encuentres las concomitancias y las diferencias entre estos dos grandes representantes de la poesía barroca, uno peninsular, otra, novohispana. Vale la pena recordar que, en aquellos tiempos, la originalidad no era un valor, de manera que los temas se repetían y la hazaña creadora consistía en decirlos de manera distinta, con la voz y el estilo propios de cada creador.

Es preciso comentar que el público al que iban dirigidas estas composiciones era un lector refinado y culto –normalmente cortesano– y no el pueblo, por lo que podemos comprender el porqué de su dificultad para ser desentrañada, tanto por la complejidad formal, como conceptual.

Y dado este breviario histórico, te presentamos ambos sonetos para que los disfrutes. En primer lugar, te presetnaqmos el de Don Luis que dice así:

Mientras por competir con tu cabello

oro bruñido el Sol relumbra en vano,

mientras con menosprecio en medio el llano

mira tu blanca frente al lilio bello:

mientras a cada labio, por cogello,

siguen más ojos que el clavel temprano

y mientras triunfa con desdén lozano

de el luciente cristal tu gentil cuello:

goza cuello, cabello, labio y frente

antes que lo que fue en tu edad dorada

oro, lilio, clavel, cristal luciente

no sólo en plata o víola troncada

se vuelva, mas tú y ello juntamente

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Concretamente el de Sor Juana fue escrito por la jerónima cuando le hicieron llegar un retrato hecho por algún secreto admirador; ella, al verlo, se inspiró y recordando a su maestro Góngora, escribió:

Sor Juana (Miguel Cabrera, s. XVIII[3])

Este que ves, engaño colorido.

que del arte ostentando los primores,

con falsos silogismos de colores

es cauteloso engaño del sentido;

éste, en quien la lisonja ha pretendido

excusar de los años los horrores

y venciendo del tiempo los rigores

triunfar de la vejez y del olvido,

es un vano artificio del cuidado,

es una flor al viento delicada,

es un resguardo inútil para el hado;

es una necia diligencia errada,

es un afán caduco y, bien mirado,

es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

*Profesora de Español
CEPE-CU, México, D.F.
cristinasimon_98@yahoo.com.mx


[1] El soneto es una composición poética formada por versos de once sílabas (es decir, endecasílabos) cuya estructura es la siguiente: 2 estrofas de 4 vv. (cuartetos) y 2 estrofas de 3 vv. (tercetos), cuya rima, necesariamente, es ésta: ABBA, ABBA, CDC, DCD, aunque hay que aclarar que puede haber variantes en los tercetos.

[2] Don Luis de Góngora (1561-1627) es el culmen del movimiento barroco culteranista, cuyos preceptos siguió Sor Juana en su obra.

[3] Óleo perteneciente a la UNAM.