La montaña cambió mi vida
Yoshimi Yamauchi*
En Japón es popular pasar el tiempo en la naturaleza; por ejemplo, pescar, acampar y escalar montañas. A mí me gusta hacer esta última actividad, aunque no lo hago como deporte, sino porque me gusta subir las montañas y estar en contacto con la naturaleza.
Antes de casarme, yo iba a escalarlas, a veces sola. Un libro que se llama Un hombre solitario me influyó mucho para hacerlo. Es una historia real basada en la vida de un hombre que ha desafiado algunas montañas en Japón. Como en las montañas ocurren muchos accidentes, antes de subir me preparaba con precaución. Lo hacía también porque iba sola y no tenía amigos a los que les gustara acompañarme.
Al principio, compré unos libros para principiantes y revisé información para evitar tener accidentes. En segundo lugar, junté las herramientas necesarias, concretamente: ropa, zapatos y mochilas adecuadas. Luego investigué cómo llegar, así como también cuánto tiempo y dinero costaría ir al destino.
Mi primera experiencia fue hace seis años. Cuando vivía en Tokio, no tenía oportunidad de ir a las montañas, pero cuando tenía 20 años me mudé a Nagoya por mi trabajo. En este lugar hay mar, montañas y también, como está en el centro de Japón, es muy cómodo viajar desde ahí. Por eso este lugar me ofrecía una buena oportunidad para escalar las montañas.
Mi primera montaña estaba ubicada a una hora de mi casa y tardé cuatro horas en escalarla. Fue la primera vez que preparé sopa de fideos en la cumbre. Sinceramente, estaba muy rica, tenía un sabor mucho mejor que el que tenía siempre cuando la comía en casa. Entonces, desde ese momento, me enamoré de las montañas. Como me sentía muy bien, después de esa primera experiencia, y sentí que era un poco fácil hacerlo, luego busqué otras montañas e hice un plan para atravesar tres montañas sola en un día.
En mi plan original había planeado recorrerlas en siete
u ocho horas, pero en realidad lo hice en, más o menos, diez horas ya que no
podía caminar porque tenía mucho dolor de piernas. En ese momento, de verdad,
yo sentí mucho miedo porque ya estaba atardeciendo y no había ninguna persona
alrededor. Llevé muchos dulces y seguí comiendo, pero ya no me hicieron nada de
efecto. Tenía mucho miedo y solo pensaba en llegar, aunque ya estaba oscuro. Me arrepentí por no pensar antes en mi
fuerza física.
Finalmente, pude llegar a donde había personas. Esto me emocionó mucho y me puse a llorar. Le pedí a un señor que estaba en una tienda que me llevara hasta la estación. También sentí la amabilidad de las personas. En ese momento me di cuenta de que ¡nadie puede vivir solo!
Después de esta experiencia, un día una amiga y yo subimos juntas al Monte Fuji. Aunque ella no tenía experiencia en escalar montañas, me dijo que quería hacerlo. Entonces, ese día, salimos desde mi casa a las tres de la mañana y fuimos en su carro hasta las faldas del Monte Fuji, que tiene una altura de 3,776 metros, por lo que es importante cuidarse del mal de altura. Mi amiga empezó a sentirse un poco mal también por el cansancio de haber conducido el carro por un tiempo largo; entonces, teníamos que escalar poco a poco. Llegamos a las seis de la tarde a la cumbre y paseamos un poco, luego descansamos en una cabaña, albergue para los montañistas, hasta las ocho de la noche y luego salimos a las cuatro o cinco de la mañana de ahí.
Estuvimos caminando hasta un sitio desde el que podíamos ver la bonita salida del sol y nos pusimos a llorar juntas en cuanto la vimos. Ese momento nos hizo tener a las dos un recuerdo bonito y siento que, gracias a esta experiencia, nos hicimos más amigas que antes.
Finalmente, me gustaría comentar sobre una montaña
muy especial para mí: la montaña Tsubakuro, que mide 2,763 metros de altura. La escalamos mi esposo y yo antes de que fuéramos novios. Antes
él era mi buen amigo y, a veces, escalábamos juntos algunas montañas pequeñas
en Nagoya. La primera vez que escalamos juntos esta montaña íbamos a nuestro ritmo y en la tarde
llegamos al albergue para montañistas. Como esta montaña es muy alta. tuvimos que quedarnos un día a dormir en una cabaña que está en la cumbre. Estaba muy limpia, hay un comedor y también un puesto de servicios donde venden comida, pilas y alcohol. antes de cenar, un señor, dueño de la cabaña, nos estuvo hablando de la historia de la montaña y comenzó a tocar un isntrumento musical tradicional de Japón. Por cierto, la comida era muy rica también. Fue un momento muy especial para nosotros.
Más tarde salimos a ver las estrellas mientras tomábamos alcohol. Estuvimos hablando de muchas cosas sobre el futuro, nuestro pensamiento, nuestras ideas, etcétera. Al siguiente día nos despertamos muy temprano para ver la salida del sol. Bajando de la montaña nos sentíamos diferentes y, en ese momento, decidimos empezar a salir juntos.
La montaña me enseñó muchas cosas sobre la vida: ser paciente, confiar en las personas y tener alegría de comunicarme con ellas; además, cambió mi forma de pensar. En el futuro, cuando regrese a Japón, me gustaría escalar en invierno, por eso tengo que seguir haciendo ejercicio, para estar en buena condición y continuar haciendo esta actividad toda mi vida.
*Estudiante de Japón del curso Español 3
Profesora: Itzel Sánchez
CEPE-Taxco, UNAM, México
Imágenes de la autora
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