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Mientras yo pienso

Roberto Cortés

Desde que era niño me hacía la misma pregunta. Tal vez tonta, pero persistente: ¿Qué hacen en este mismo instante las demás personas? Y así, con esta preguntita me imaginaba que mientras yo repasaba las tablas de multiplicar, encerrado en mi cuarto, Ramón estaría viendo las caricaturas, Hugo jugaría canicas o carritos en la banqueta, Sandra estaría trenzándose el cabello y el vecino rumiando su deseo de encontrar quién había roto el vidrio de su ventana.

Lo mismo sucedió en mi adolescencia, cuando iba a visitar a Dulce... seguro Juan estaría rezando en la iglesia, Enrique embobado frente a su Atari. Male escribiendo en la última hoja de su cuaderno y gimoteando por haber terminado con Julio, Sergio bailando, Edgar jugando fútbol, Luis tratando de sacar la canción de moda en su guitarra. Todos haciendo diferentes actividades mientras yo jugaba con Dulce a que la abrazaba, a que no, a que nos escondíamos de su mamá y a que medio nos atrevíamos a más... qué quieren, los tiempos eran otros.

Sin embargo, el tiempo vendría a complicar mis pensamientos, cada vez más extraños, más absurdos, más abstractos. Ya no sólo pensaba en acciones paralelas, sino que ampliaba mi reflexión, veía texturas, figuras geométricas, estructuras en cada forma de la naturaleza, percibía fragancias, hedores, desgracias... influido por la física me detenía en pensar y calcular la velocidad, el tiempo y la distancia que me separaban de un beso de Julia.

Ahora, al paso de los años, de la Universidad, los primeros trabajos y algunos viajes, mis ideas han borrado todo tipo de horizontes, de barreras. Mis pensamientos se mezclan con el tiempo, climas, latitudes, horarios y dimensiones. Ayer se inició otra guerra, hoy estoy tratando de interesar a Mariana, mañana se prevé que no habrá atentado en Nueva York. Papá se implantó una sonrisa, le quedó perfecta. Aquí son las doce, pero en Praga son las 8 de la noche, ahora mamá vive allá, sigue cuidando a sus nietos. Sonia se volvió Juan, Rocío ya no llora, de verdad ya no llora, yo estoy consternado, necesito de su sufrimiento. Empiezo a creer que mi hijo no es mi hijo. No importa, estoy buscando un óvulo para procrear, ya saben, siempre he querido tener una hija pelirroja. ¿Quién dijo que la tierra era redonda, obvio que es una espiral? Hermoso error que es la vida. Mañana iremos al panteón, la Ciudad de México se ha desfondado, todos lo sabíamos, había un vacío en el subsuelo. En una semana mi sobrino se casa, Daniel, el chinito, se ha enamorado perdidamente. ¡Ah, la juventud!.