Los charros que cantan y los samurais que callan:
La diferencia de la masculinidad en las películas mexicanas y en las japonesas de la época de oro
Hanako Kosugiyama*
Las películas siempre reflejan los valores sociales o culturales de una época. En particular, los protagonistas de las obras se consideran el modelo ideal para el público. Me encanta ver el cine mexicano de la Época de Oro y disfruto las historias y la música maravillosa. También, como alguien que creció en la tierra de los samurais, me parece interesante la masculinidad en la sociedad mexicana. Si tenían la katana o no, la fundación de la masculinidad japonesa en la "época de oro" del cine japonés era igual: la persona más tranquila y silenciosa que otros, y quien fuera solitario o se mantuviera alejado de la multitud para pensar y actuar solo, eran considerados como buenos modelos a seguir.
Estos personajes masculinos hablaban pocas veces, pero tomaban decisiones, sometían a otros y protegían a sus mujeres. Se caracterizaban también por una forma de “no necesito palabras, muestro todo con la actitud” (también se puede decir en Japón: “un hombre habla con su espalda”). Además, “la posición” en la sociedad o el hogar era otro punto clave. En las historias mostradas en el cine, estaba presente la jerarquía de la gente en la sociedad japonesa: samurais, agricultores, artesanos y comerciantes.
En los años cincuenta del siglo pasado, ese sistema ya no existía, pero como un vestigio, un hombre que tuviera cierta clase y una buena vida como cabeza de su hogar, se consideraba como el estatus ideal para los hombres japoneses de esos años. Por ejemplo, en las películas de Toshiro Mifune, el ídolo de Japón, pueden verse estas características en "Los tres malos de la fortaleza oculta" (1958) o "Yojimbo" (1961) y más. No sólo en las películas de los samurais o no sólo en las películas de Kurosawa y Mifune, también en las películas comtemporáneas de esa época puede encontrarse la misma temática, por ejemplo en la película "El sabor de Ochazuke" (1952), de Yasujiro Ozu, o en "Señor esperanza" (1951), de Kajiro Yamamoto. En esas obras, el hombre protagonista era el trabajador que está en buena posición en su empresa y es la cabeza de un hogar sólido. Así que la masculinidad japonesa era la forma de una élite que era estricta y tranquila y poseía una familia.
Al contrario, la masculinidad en las películas mexicanas de esa misma época era muy diferente. En el cine mexicano los hombres en las películas eran muy emocionales. Cantaban, lloraban, gritaban, jugaban y conseguían mujeres. Además, atraían no sólo a las mujeres, sino también a otros hombres y se convertían en el centro de un grupo. Estas características se ven a menudo en las películas de Jorge Negrete, el charro cantor, como en "Me he de comer esa tuna" (1945) y en "Tal para cual" (1953), entre otras. También se presentaba una figura patriótica como elemento necesario de un estatus. Por ejemplo, hay escenas con canciones muy patrióticas como “Yo soy mexicano”, “Aunque lo quieran o no” y “El charro mexicano”, cantadas en las películas.
Además, al describir otro factor importante de la masculinidad mexicana, no hay que olvidar la existencia de Pedro Infante, “el ídolo de México”. Por supuesto, sus películas tenían estas características (como en "El gavilán pollero" (1951)), pero hay que fijarse en la clase social de sus personajes. Por ejemplo, la serie de "Pepe el Toro", "Nosotros los pobres" (1948) o "Escuela de vagabundos" (1955). Aunque los protagonistas eran pobres, conseguían el apoyo de los demás con su atractivo o personalidad. En otras palabras, significa que la clase o la posición no era importante para llamar la atención de la gente. Más bien, un factor clave era ser un buen vecino para ser amado en la sociedad. Por eso, la masculinidad mexicana, en una sociedad con personas de diversas clases y orígenes, era la figura que existía como modelo para un público y emitía orgullo y amor por su tierra y su(s) mujer(es).
Finalmente, me gustaría decir que esos filmes de esos tiempos tienen mucho impacto en ambas sociedades hasta el día de hoy. Me parece que el fundamento de la masculinidad en la sociedad contemporánea no ha cambiado tanto desde esas épocas de “cines de oro”. Por supuesto, la masculinidad o el modelo ideal en las películas y la sociedad real se modifican con el paso de los años, pero estas obras nunca se desvanecerán. Estos iconos seguirán fascinando a la gente.
Unas imágenes de las películas mencionada en el texto:
Yojimbo, 1961
El sabor de Ochazuke, 1952
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