Tres ciudades, tres amores distintos: Nueva York, Montreal y México*
Emma Jiménez Llamas*
Leer las dos primeras líneas de "TRES MUJERES EN MI VIDA" es engancharse en el relato de una historia de amor:
Por ahora, hay tres grandes mujeres en mi vida y mis sentimientos. Dos son mis amantes y otra es mi esposa.
Con fruición y lento despliegue, el narrador describirá en los tres siguientes párrafos a cada una de las tres mujeres de su vida. Como índice casi invisible de los sentimientos que despiertan en él está el número de líneas que les dedica. Siete a la primera amante, obsesionante:
Cuando la recuerdo, me hundo en obsesiones de disfrutes...
Seis a la segunda, más bien dulce y discreta:
Cuando ...debo partir, llena las maletas de mi memoria con ...caricias que cubren el cuerpo y el alma.
Ocho a la esposa, siempre presente en su vida:
...tiene cualidades y lacras que ya son medulares en mi vida.
En el reparto de adjetivos calificativos, previsiblemente, toca a la esposa la peor parte. Con todo, la contundencia de nombres que describen una relación sólida también a ella le corresponden; reciprocidad y conocimiento mutuo son los hilos que lo unen irremediablemente a ella, señala el hombre que lleva la voz narrativa.
"Fodonga, sucia, improvisada y mañosa", leo esto en la descripción de la esposa e inicio en mi interior un diálogo-debate más bien acre con el narrador ("Claro, me digo, este hombre tiene una amante madura y otra joven; las dos, como amantes que son, le resultan seductoras y las trata con miramientos, mientras que a la esposa...").
Detengo mi diálogo interno en seco cuando el narrador, en un giro inesperado, aclara en el párrafo siguiente que ha empleado metáforas para hablar de tres ciudades a las que ama entrañablemente, Nueva York, Montreal y la ciudad de México. Vuelvo atrás para pisar con más cuidado este nuevo terreno, con la sensación de haberme precipitado en la lectura. Regreso a recoger datos para saber si voy a convertirme en cómplice del narrador en sus símiles más bien estereotipados, o me mantendré a distancia, dividida entre mi fidelidad a la ciudad en donde he nacido, mi percepción acerca de la justeza o falsedad con que el narrador trata a cada una de las tres ciudades, o mi posible aceptación de una nueva mirada sobre estos lugares a los que yo misma conozco y quiero muy desigualmente.
Para explicar el amor que siente por las tres ciudades en América del Norte, el narrador prosigue el paralelismo entre la manera en que quiere a las amantes y a la esposa.
Enamorarse de una ciudad es ... no haberla vivido irremediablemente atado a su presencia.... Por lo mismo, enamorarse de un ser humano es vivirlo como turista.
Desde un proceso de seducción matiza el narrador su relación con Nueva York. Fácil es imaginar el sentimiento que esa ciudad en el este de Estados Unidos provoca en el hombre narrador:
... deleite regocijante..., sensaciones y emociones ..., pero excedes mis velocidades?
La sensación de inmediatez que el narrador logra al dirigirse de "tú" a cada una de las ciudades me hace entrar de lleno en el juego de amantes/ esposas = ciudades. ¿Acaso también a mí me resulta excesiva la idea de vivir en Nueva York, me resulta a mí también inalcanzable?, me siento inclinada a preguntarme al leer los tres párrafos en donde sigue el narrador ahondando en las vivencias que le trae el recuerdo de esa ciudad.
Lo mismo me sucede cuando, al proseguir en la lectura, acompaño al narrador en su andar en la memoria por Montreal: "demasiado civilizada para mí y estás forjando tu cultura". ¿También para mí, lectora mexicana, sería Montreal demasiado luminosa y conceptual?" El narrador va despertando nuevas maneras de imaginar estas dos ciudades en el norte del continente americano, llevándome a explorar la manera en que yo percibo o imagino a esas ciudades.
Los largos monólogos en los que expresa tanto la pasión que siente por Nueva York como la suave exaltación con que rememora los días pasados en Montreal dan paso a párrafos más breves, donde con tono de semi-reclamo le hace saber a la ciudad de México la adicción inevitable que experimenta por ella.
En tono casi airado, vertiginoso, le declara a la ciudad México las fallas y magias por las que está indisolublemente ligado a ella; es una declaración de amor poco ortodoxa, mezcla de sentimientos que, hurgando un poco, descubro que comparto con el narrador:
Contigo estoy casado; ni modo. Puedo enamorarme de muchas otras, pero sólo contigo podría vivir.
En estas dos líneas recoge el narrador la disposición que había mostrado en las dos líneas iniciales a enamorarse de muchas otras ciudades, apreciar sus pocos defectos y sus muchos encantos. Pero sólo se reconocerá, dice, en los vicios y misterios de la ciudad con la que habla en el mismo idioma y en idénticos giros.
Releyendo TRES MUJERES EN MI VIDA, vuelvo a saborear a estas tres ciudades como tres historias de amor finamente tejidas por el narrador. Releyéndolo, se me ocurre que la relación con los lugares en que vivimos puede contarse de muchas maneras. Como una historia de amor es siempre inspiradora.
* Moussong, Laszlo, "Tres mujeres en mi vida", en La palabra en juego. Antología del nuevo cuento mexicano, Selección, introducción y notas de Lauro Zavala, Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca, México, 2000.
Si desea conocer la selección, puede ponerse en contacto con el antologista:
Lauro Zavala, zavala38@hotmail.com
*Profesora del CEPE-México