La seducción del poder
Laura Díaz
Arráncame la vida, de Ángeles Mastretta*
Catalina, la protagonista, muy joven, un tanto inconsciente, acepta el hecho de ser escogida como esposa de un general y, de la noche a la mañana, su mundo queda reducido a lo que decida Andrés. Él llena completamente su horizonte y todo lo que ahí pasa es decidido por esa figura: más espacio, más personas que llegan a éste su mundo. ¿Qué son los hijos de Andrés? Así podrían haber sido sus hermanas o sus tías. Para Catalina eso sólo significa ocuparse de disponer más camas, más comida.
Poco a poco Andrés va dejando de ser "Andrés" para pasar a ser "mi general", su etiqueta oficial. Para la protagonista el poder se va poniendo de manifiesto. Hasta ahora no lo había notado como tal, no la incomodaba; hasta parece que lo disfrutaba. Pero llega el momento en que ya no existe alternativa para ella fuera del mundo de Andrés, porque es un mundo totalitario fuera del cual no hay salvación.
Transcurre el tiempo y el primer desahogo que ella intenta de esta situación oprimente es a través de su padre, quien le dice algo como: "espero que te consigas un novio", es decir, un escape a su situación. Ese momento de liberación llega para Catalina con el músico Carlos Vives, personaje que esconde su oposición al poder detrás de su arte. Catalina se embarca con él en un romance que la colma, y se integra a las filas (es un decir) de los que se manifiestan en contra del absolutismo que representa el general. La euforia de su estado la hace actuar desprevenidamente y no se cuida de ocultar sus verdaderos sentimientos. Espera benevolencia del poder?
Pero está consciente del peligro. Comienza a superar el temor. Por eso, cuando el general le pregunta por qué tiene el cuerpo manchado de flores amarillas, ella le miente mirándolo a los ojos a sabiendas de que él sabe que ella miente. Ya no le teme. Ya superó su miedo y, un poco más tarde, sus pasiones (con la muerte del amante). Muchas veces nos preguntamos, al ver todos los crímenes que comete este general, por qué alguien no lo mata de una buena vez. Pero los instrumentos de destrucción del poder no son necesariamente los mismos que utiliza la parte subyugada. A nuestra heroína, de una manera Providencial le cae en las manos la llave de la justicia: el té de limón negro. El elemento opresivo,
Andrés, desaparece. Y Catalina ya se pregunta: ¿vendrá fulanito (el próximo presidente del país) para el funeral de Andrés?.
¿Quiere decir esto que ella se va a subir otra vez al tren del poder para continuar en una situación igual a aquella de la que acaba de liberarse?
¿O estará en capacidad de actuar para dar origen a --aunque suene a Perogrullada-- un poder más "humanizado"?