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La felicidad y el mundo virtual. Reflexión sobre el epicureísmo

Julien-Gabriel Charlopin*
Fotografía tomada de: http://fr.wikipedia.org/wiki/Fichier:Georges_de_La_Tour_006.jpg
¿Para vivir feliz se debe realmente vivir escondido? Pues la tecnología moderna nos permite vivir de manera virtual, escondidos detrás de la pantalla. Podemos chatear inventando nuestra vida como en un sueño, sin límite espacial y temporal.

Veo dos causas de esto:

En primer lugar, hemos perdido la noción de espacio y tiempo. Después del éxodo rural hacia la ciudad, se desestructuró lo que constituía la vida social en la aldea, es decir, esa relación especial con la tierra, la de los ancestros, (el hombre creado por Dios a partir de un flanco, es decir, de la tierra) y con el tiempo. Cada uno pertenecía a una tierra y a una cadena temporal (ver la filiación de Jesucristo en el Evangelio, lo que explica muy bien esta relación entre el hecho de pertenecer a un grupo social y la herencia). El éxodo hacia la ciudad destruyó eso, al mismo tiempo que se desarrolló el papel del individuo hasta el individualismo.

En segundo lugar, vivimos muy aislados, como fantasmas en una sociedad impersonal, que rechaza lo diferente, lo individual, excepto a través de algunos grupos que reivindican unos derechos a veces de manera extremista para existir en otra virtualidad, es decir, en el mundo mediático; por lo mismo, esos grupos se vuelven parte de la sociedad impersonal, buscando en cada momento la mejor manera de existir en la prensa. El espectáculo de la diferencia.

Es la paradoja de esta sociedad global, promover al individuo para hacerlo desaparecer dentro de estructuras virtuales vacías de significado desde hace mucho tiempo, como ciudadano, trabajador, desempleado, viejo, joven, heterosexual, homosexual, metrosexual, etcétera. Basta ver el papel actual de los sondeos para los políticos y la uniformización triste en la manera de vestirse, de vivir, de existir a través del consumismo.

Sí, nos dicen usted o los políticos, los anuncios, las administraciones, pero cuando creo que me hablan sólo a mí, (el amor a mí mismo, halagado, por una vez no se lo imagina de otra manera), les dicen lo mismo a todos. Además, tengo que conformarme a un modelo para fingir que me hablan a mí, para seguir existiendo como individuo, reconocido, único; de otro modo, soy diferente, marginal, desvalorizado por no pertenecer al grupo social. Entonces necesito comprar esa ropa, ese celular, adelgazar, cambiar de nariz, de senos, ser joven.

Así que necesito tener mi facebook para tener una vida en la red. Espacio de libertad, publico lo que quiero, busco mis mejores fotos, digo que soy rico, que mi esposa es Lindsay Lohan, lo que sea. Pero otra vez tengo que fingir y respetar reglas, el peso del conformismo de la sociedad.

El otro día estaba con mi sobrino, en su facebook, y le empiezo a escribir a una amiga suya: ¿Estás bien? Error, mi sobrino me dijo, no se puede escribir de esta manera, qué van a pensar mis amigos, no soy viejo, no conozco la ortografía, facebook es la libertad, se debe escribir: "stas bien"

�El mundo virtual se vuelve el espacio de libertad del individuo conformista en la vida real. Es lograr hacer lo prohibido, cuando el individuo esclavo de su vida real se libera a través de la tecnología. El único problema consiste en el hecho de que sigue siendo esclavo de su realidad. En efecto, la pregunta es saber si esta virtualidad no le impide cambiar su realidad, a la manera de una droga, como sucede con los adictos a la computadora y otros videojuegos.

Ahora pienso en el tetrafarmakos de Epicuro, es decir, en las cuatro reglas para vivir feliz:

-         no temer a los dioses

-         no temer la muerte

-         la felicidad se puede alcanzar

-         se puede aguantar el sufrimiento

Aplico eso al mundo virtual, por ejemplo a un videojuego:

No temo a los dioses soy mi propio dios: puedo ser el que quiera.

No temo la muerte: puedo morir muchas veces, nunca muero

La felicidad se puede alcanzar: no dudo que voy a terminar el juego, "casarme y tener muchos hijos".

No sufro yo, sino mi avatar.

Por fin siento la felicidad, más virtual, ¡será mejor que nada, quién sabe!

Al final no digo que se deba vivir en una caverna lejos de toda tecnología como algunos grupos extremistas en Estados Unidos o en madrazas perdidas en Pakistán, sino que no hay que mezclar medio y finalidad; en efecto, cuando un medio se vuelve una finalidad, entonces empieza mi crítica, la de la virtualidad como cascara vacía de contenido real. La tecnología puede ser un medio para crear la realidad, o mantenerla, pero nunca se debe tomar en lugar de la realidad, como un disfraz de la realidad. Nuestra vida a veces nos obliga a escondernos de los demás, pero nunca debemos escondernos de nosotros mismos.

* Exestudiante francés del Diplomado Inicial para Profesores de Español como Lengua Extranjera
CEPE-UNAM, México, D.F.

superkikite@hotmail.fr