La vida en México: una invitación a comer
Georgina Lemke
Los mexicanos invitan muy fácilmente a todo el mundo a comer en su casa. El dicho: "Mi casa es su casa" no existe sin razón. Sin embargo, no toda invitación hecha en la fiesta de anoche todavía es válida el día siguiente, razón por la cual la primera recomendación es: siempre confirmar por teléfono si la cita sigue en pie. Imagínense qué vergüenza para los dos lados si el invitado se encuentra en la puerta y el anfitrión no ha preparado nada.
Una vez que ya hablan por teléfono, acuérdense de preguntar si pueden llevar algo. A excepción de cenas entre estudiantes (como nosotros, que nunca tenemos dinero), la repuesta será que no. No obstante, sería una falta de cortesía no preguntar. Igualmente se ve mal respetar este "no": llegar sin al menos una botella de refresco es casi aprovecharse de la hospitalidad.
Otra trampa es la hora de la cita. En muchos países la puntualidad es una virtud; en México puede ser una grosería. Llegar a las tres si la cita era a las tres se ve mal, una molestia mientras el anfitrión todavía está en medio de los preparativos. Para demostrar que uno conoce las reglas sociales, hay que llegar quince o veinte minutos tarde.
El último consejo, que puede sonar duro pero es de buena voluntad: eviten México si son vegetarianos. No únicamente comiendo en la calle o en restaurantes van a enfrentar problemas, incluso en la casa de un amigo mexicano, el vegetariano es visto como si fuera un extraterrestre. Primero, nadie preguntará si comen carne: este "defecto de personalidad" tienen que aclararlo ustedes mismos desde la llamada de confirmación. Luego, tienen que ser muy insistentes en que pollo, jamón y tocino también son carne cuando les propongan preparar una "boloñesa", "milanesa" u otra "-esa" que a ellos les parezca 100% vegetariana. Si no les molesta mentir, pueden decir que son alérgicos a la carne, la única manera de asegurarse de que realmente la comida no llevará carne: ¿qué anfitrión desea dar un aventón al hospital a su invitado? Una estrategia honesta es proponer traer algo y calentarlo en la casa del anfitrión. Sin embargo, la reputación de ser una persona "difícil" les seguirá por siempre.
Para terminar, uno tiene que admitir que, una vez que estas formalidades se cumplen, la cena en una casa mexicana es divertidísima e incomparable. Por eso: ¡buen provecho!