Diario hacia atrás
Jane Fitzgibbon*
Gatineau, Quebec, 8:15 pm, jueves 5 de noviembre de 2020
Acabo de terminar mi clase de español con las chicas. Aunque tienen voces femeninas muy fuertes, tengo miedo de asustarlas con mi propia voz, en cierto modo cansada y desilusionada. Pero la experiencia no es para escuchar, sino para vivir a su manera. Espero no olvidar decirles la próxima vez que no hay nada más importante que la vida que construyen ellas mismas, momento por momento, y por sus propios pensamientos y actos que las llevan al destino individual. Y que sus decisiones, sobrias, borrachas u hormonales, van a ser también sus compañeras de viaje, les gusten o no.
Aeropuerto Charles de Gaulle, Francia, 1 de junio de 2017
Dejo hoy un matrimonio monótono, sin sorpresas y sin futuro, para regresar a mi país. Les digo a los demás que es para establecer una segunda vivienda en Canadá y que vamos a viajar entre dos países, como las mariposas despreocupadas. “¡Qué buena idea!”, dicen los otros. Aun mi marido parece creerlo también, pero yo sé que ya ha puesto su perfil en un sitio de citas y que se identifica como divorciado encantador buscando una señora inteligente, bella y educada para compartir excursiones. Que tengan buen viaje juntas. Las mariposas.
Ginebra, Suiza, 28 de septiembre de 1998
Dejo hoy mi puesto dentro de las Naciones Unidas para hacer mi vida en Francia con un hombre, quien me parece atento y fiel, aunque demasiado generoso. Dice que si nos hubiéramos conocido cuando éramos más jóvenes, me habría dado un bebé. ¡Qué regalo! No le digo que prefiero joyerías a los bancos de semen, y que si quiere niños, puede ocuparse de los tres de su matrimonio anterior.
Nueva York, Estados Unidos, 15 de mayo de 1994
Dejo hoy todos mis delirios sobre posibilidades de hacer una pareja feliz. Voy a vivir mi vida. He surfeado bastantes olas de romances que empezaron como tsunamis y terminaron con casas destrozadas y cuerpos mutilados. Ahora trabajo, viajo, soy neoyorquina adoptada. Hoy salgo con mis amigas y paseamos a nuestros perros en el parque. Un hombre me mira con interés y me tira la pelota de su perro para acercarse a mí. Considero flirtear, pero veo de reojo que su pareja aburrida y francamente sosa está sentada en una banca no lejos de nosotros. Tomo la pelota y la lanzo a la cabeza del hombre. Cuando rebota contra su frente, la mujer rompe a reír. En este momento, ella parece hermosa, alegre, reivindicada.
Ottawa, Canadá, 20 de octubre de 1990
Dejo hoy a la persona que puede ser el amor de mi vida, un amor imposible porque es una persona que no dejaría jamás a su familia. Mejor. Hombre sincero. Lloré las lágrimas puras de la hija de puta rectitud, pues ahora mismo recuerdo cuando le decía que fue necesario liberarme para vivir una vida sentimental plena; me interrumpió para decirme que esperaba que mi nueva vida plena no fuera con su mejor amigo que, es verdad, recientemente me rodeaba un poco más. ¡Sería insoportable! ¿Es esa tu sola preocupación, pendejo? De repente, ojos secos.
Ottawa, Canadá, 3 de julio de 1987
Dejo hoy un matrimonio de siete años con alguien que nunca renunció al amor de su vida. ¿Me lo escondió? Quizá no. Críticas incesantes sobre mi persona, mi familia, mi manera de existir. Hasta que un día llegó entre mis manos la factura del teléfono. Es siempre mejor saber, cueste lo que cueste. Y de verdad me cuesta, por haber pagado la mitad de lo que tengo según las nuevas leyes canadienses de divorcio sin culpa. Leyes para proteger a las chingadas de madre esposas tradicionales. Bueno. Estoy viva sin algunos miles de dólares que hice caer de mi cerdito. Sin culpa, también. Voy en busca de paz.
Vancouver, Canadá, 12 de noviembre de 1972
Esta noche, estoy borracha con amigos de la preparatoria. Uno, guapo, inteligente, atento, me dice: cásate conmigo. Tenemos solamente 18 años. Río. Respondo: “claro que no. Vamos a hacer nuestras vidas”. Y yo me dirijo, Canadian Club y coca cola chapoteando en mi vaso en armonía con las hormonas bombeando en mis venas, yo me dirijo a alguien más ausente, más difícil, más complicado, más discordante que la balada romántica siempre tocando en mi mente.
*Estudiante de Canadá del Taller literario de Voces Femeninas: identidades, maternidades y violencias.
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