Mis entrañables
Adriana Salazar*
Siete años y ya en la playa, viendo el espectáculo de aves del Pacífico, que son tan hermosas e inteligentes; viendo cómo los delfines y leones marinos brincan y saludan con sus grandes aletas. Mucha alegría la que yo sentía ese día, siempre buscando experimentar todo por mí misma. Así que al caminar hacia la salida y al ver a un cuidador del centro marino con una bella ave en el brazo, no dudé en acercarme para acariciar esa inmensa pluma colorida que salía de su espalda y que quedaba de fácil acceso para las manitas de una niña de esa edad. Entonces sí, alcé mi mano para dar por terminado con broche de oro ese día espectacular de unas bonitas vacaciones familiares cuando, de pronto, un fuerte dolor vino a mi estómago, ahí, justo en el centro, sensación que vino después de ser regañada por el hombre con el ave diciéndome que era muy peligroso tocarla y que no debería hacerlo.
Tanta vergüenza sentí en ese momento, como un calambre en el estómago, calambre que se repetiría más tarde cuando vería a Sergio, el niño de la primaria que me gustaba, cuando fui rechazada por un chico en la preparatoria, cuando mi papá perdió su trabajo y cuando consiguió otro también, cuando mi jefe me dijo que tenía que pagar la cuenta y se fue, cuando me bajaron de puesto, así como cuando me aceptaron en el posgrado y cuando fui nombrada alumna integral del año. Estoy segura de que esas entrañas siempre han sido protagónicas en mi vida. Yo siento y pienso desde el estómago. Un estruendo se avecina hacia mí cuando me paro enfrente de personas tensas y frustradas para ser evaluada; cuando pienso en el futuro y también en mi pasado; cuando me siento vulnerable y en peligro. Es ahí donde se generan las respuestas, donde mi cuerpo se proclama para decirme que pare y lo escuche, y cuando no lo hago me la cobra afectando no solo mi día sino mi calidad de vida, mi estado de ánimo. Es ahí donde mi emoción me lleva a la libertad, donde doy cuenta de que voy por buen camino y que lo estoy haciendo bien.
Ha llegado al límite, ha posado en rayos X y pasado por ultrasonidos. Ahora lleva una marca en el vientre externo que me hace recordar lo presente que están las entrañas en mi vida y lo mucho que debo agradecer y cuidar, pues tuvo que pasar todo eso para entender que es por ahí por donde yo veo y siento el mundo.
Imagen de la autora
*Estudiante de México del Taller literario de Voces Femeninas: identidades, maternidades y violencias.
UNAM-Canadá
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